Ubicación: Para que tu jacarandá pueda crecer sano y fuerte, es necesario ubicarlo en una zona donde pueda desarrollarse sin problemas. En este sentido, es importante saber que sus raíces podrían llegar a levantar pavimentos, por lo que se deben de plantar, como mínimo, a 10m de cualquier tipo de construcción y sistema de riego. Y, si en tu zona suele soplar mucho el viento, no está de más atarlo a un tutor para evitar que las corrientes de aire fuertes puedan hacerle daño, especialmente si es un árbol joven.
Luminosidad: hay que tener en cuenta que solo podrá tener un excelente desarrollo si le da el sol directamente, a ser posible, durante todo el día.
Riego: El árbol de jacarandá necesita riegos frecuentes, sobretodo durante el verano y/o si el clima es muy seco ya de por sí. Así pues, se regará cada 3-4 días en verano, y cada 5-6 el resto del año. Para ello, se puede usar cualquier tipo de agua, pero se recomienda intentar regar siempre con agua de lluvia o, si no se puede conseguir, llenado un cubo y dejándola reposar una noche.
Problemas que afectan la planta: Es bastante resistente en general, pero las flores y los brotes nuevos son vulnerables a los pulgones. Sensible a los hongos si se riega en exceso.